martes, 27 de marzo de 2012

Horacio y la plaza

Es increíble que tengamos que despedir a Horacio un 24 de marzo.



Horacio estuvo todos los años en la plaza, desde hace años. Hizo la escultura, y todos los años cambió el mural. Lo hacía con sus alumnos. Varias veces estuvieron mis hijos.
Mientras el acto se iba desarrollando, a un costado ellos pintaban, sobre el mural. Empezaban antes y terminaban después. Su tarea duraba más que el acto.

Un año hacía frío, un frío inesperado, los primeros fríos del otoño. Le presté un camperita mía de matelasé roja, que le quedaba muy chiquita, pero igual se dejó un rato puesta. Ese año se mojaron él y sus alumnos, pero no se fueron hasta que terminaron.

Yo estaba enojada con él, porque Horacio hacía cosas que hacían enojar a la gente. Me enoja que les haya dejado a los chicos la culpa de no haberse podido despedir de él con el cariño que se tuvieron durante años.

Aun así, nada cambiará todo lo que les dio, horas de su vida, su confianza, su amor por el arte.

Hoy va a ser más triste la plaza sin Horacio, porque hace años que él estaba ahí siempre, todos los 24.

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