lunes, 21 de mayo de 2012

Secretos profesionales

Me parece inevitable decir algo sobre la nota de Omar Bello en el diario La Verdad del sábado pasado, Secretos de Confesión, y la del día de hoy, respondiendo a la reacción del Colegio de Psicólogos.

La nota del sábado cuenta una situación particular de un supuesto paciente y una supuesta psicóloga que ha defraudado su confianza. A decir verdad, si el relato resulta cierto, la psicóloga rompió el secreto profesional, el mismo que rige para todas las profesiones. Como el secreto en cuestión tiene que ver con cuestiones patrimoniales, aparentemente, el mismo podía estar en riesgo tanto en manos de un abogado o de un contador, todos obligados a no revelarlo por las respectivas leyes que rigen sus profesiones. Tal como al ejercicio profesional de la psicóloga lo rige la Ley de Ejercicio Profesional en Prov. de Buenos Aires Nro. 10.306, que en su artículo 7, inc. C dice explícitamente que "están obligados a guardar secreto profesional". Por lo tanto no hay ahí ningún vacío legal.


Si se comprobara cierta la sospecha de que quien llevaba la información desde la psicóloga a la mujer del paciente, era otra paciente de la misma profesional, ésto agravaría las cosas para ella, ya que también se la podría acusar de mala praxis por la manipulación sobre esta segunda paciente. Y esto no tiene nada que ver con el tamaño del pueblo, porque esta relación de tres conocidos entre sí podría darse en cualquier metrópolis, ya que, en general, el prestigio o la recomendación de psicólogos se da boca a boca y entre conocidos. 


No cabe, en este caso, ni siquiera la posibilidad de considerar los hechos como un "asunto de ruleros" (más allá del claro tinte sexista de este comentario), ya que evidentemente hay, al menos, una falta ética. Y si el supuesto paciente efectivamente tiene un grabación donde la supuesta psicóloga hace una valoración de otro (el tercer) paciente, esta prueba debería ser suficiente para el prestigioso abogado al que recurrió el señor. 
No queda del todo claro por qué al abogado le resulta difícil de manejar. 


Si el paciente duda sobre si dejar su tratamiento (el cual aparece como suficientemente viciado, ya que él mismo ha grabado a la psicóloga) eso ya escapa al abogado, al colegio de psicólogos o a la justicia misma, porque ninguno está habilitado a intervenir de oficio. Es el mismo caso de las mujeres golpeadas que dudan en dejar a su marido. En esos casos generalmente, y con cierto facilismo, la situación se explica desde el miedo. En este caso ¿el paciente teme represalias personales?


El paciente debería buscar, rápidamente, otro profesional, si se encuentra en un estado de "inseguridad emocional" tal como dice la nota. Cualquier profesional, me atrevo a asegurarlo, estaría dispuesto a atenderlo, aunque le haya realizado una denuncia a una colega. No existe entre los psicólogos, aunque esto parezca así por la nota del Colegio, lo que sí existe en otras profesiones y es vulgarmente conocido como espíritu de cuerpo.


Por supuesto, tanto cambiar de psicólogo como llevar adelante una denuncia, depende de la voluntad del paciente. Como ya dije, no solo el abogado es impotente ante esto, sino también las instituciones que rigen el funcionamiento social.


Pasando a las consideraciones generales del periodista:
La polución de psicólogos no es distinta a la polución de abogados, o de contadores. Los forman las universidades. Los habilita el estado. Y en relación a si sabemos poco de ellos, eso se contradice con el problema anteriormente planteado como de "pueblo chico".
Busqué el caso de Rosario en google pero no lo encontré. No quiere decir que no sea cierto, pero no había ninguna fuente donde poder chequear la noticia.


 La respuesta del colegio me parece indispensable pero no del todo feliz, ya que parece efectivamente solo una defensa corporativa. 


Pasando a la nota de hoy. Lo que en la primera nota aparece como supuesto, en la segunda aparece como una verdad irrefutable: "se narraba el caso real de una prestigiosa psicóloga juninense que “estafó” a su paciente pasándole información confidencial obtenida durante las terapias a la mujer del mismo, con el agravante de que el hombre estaba en pleno proceso de divorcio".


Es innecesariamente agraviante hacia quién firma una carta que, claramente es institucional, poniendo en tela de juicio "la corriente terapéutica que abraza". Vaya uno a saber qué es eso. Por cierto y con toda seguridad algo muy distinto a un método científico.


Insiste en el tema de que un paciente se dirige a un psicólogo a "depositar secretos", lo cual es bien distinto a que, todo y cualquier cosa que alguien habla en una sesión psicológica, por trivial que parezca, debe ser secreta. 


Si el abogado teme por la seguridad personal, e incluso la vida del paciente, como parece sugerir la nota, él debe tener herramientas para evaluar qué hacer. No parece la medida más acertada exponerlo aún más publicando su historia en el diario de la aldea. Ya que a partir de ahora, no solo está a merced de la traición de su psicóloga, sino también a la curiosidad del público. Me pregunto si este mismo acto, ya que Bello dice que el abogado "acudió a nosotros con genuina desesperación", no pone en jaque su propia obligación de resguardar la privacidad de su cliente.


Para concluir, las imágenes que ilustran ambas notas, pero sobre todo la última, también tienen cierto tinte sexista. Y lo que más enoja es la generalización a partir de un caso individual. 


Moraleja: cuide donde hace sus depósitos. 

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